■ El “despertar político global”, según Brzezinski
Alfredo Jalife-Rahme
El ex asesor de seguridad nacional del ex presidente Carter, Zbigniew Kazimierz Brzezinski, hoy muy cercano a Barack Obama, acaba de impartir la relevante “Conferencia John Whitehead” en el muy influyente Chatham House de Londres (10/12/08).
Zbigniew Kazimierz Brzezinski, miembro prominente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales” (CSIS, por sus siglas en inglés), es el padre intelectual del modelo de la globalización en su libro Entre dos épocas: el papel de Estados Unidos en la era tecnotrónica (de 1970), artífice de la trampa de la guerra de Afganistán que tendió a la URSS (según sus confesiones a Le Nouvel Observateur), y promotor del eterno imperio estadunidense en su libro el El gran tablero de ajedrez mundial: la supremacía estadunidense y sus imperativos geoestratégicos.
Sus fuertes convicciones unipolares quedaron resquebrajadas a consecuencia del desastre de la aventuras militares en Irak y Afganistán del régimen torturador bushiano, lo cual expresa en sus tres libros más recientes: 1. El dilema de Estados Unidos: ¿dominación global o liderazgo global?, 2. Segunda oportunidad: tres presidentes y la crisis de la superpotencia estadunidense, y 3. Estados Unidos y el mundo: conversaciones sobre el futuro de la política exterior estadunidense.
El geoestratega, quien en forma persuasiva se ha pronunciado contra una nueva aventura militar en Irán (con quien procura establecer negociaciones sin condiciones previas, como era la exigencia unilateral del régimen torturador bushiano) modera su rusofobia y en forma “realista” (en el doble sentido: siquiátrico y diplomático) propone el nuevo papel que deberá jugar Estados Unidos en el mundo bajo la presidencia Obama en un nuevo entorno multipolar.
Describe que Obama asumirá la presidencia “en medio de una extensa (sic) crisis de confianza en la capacidad de Estados Unidos para ejercer su liderazgo efectivo en los asuntos mundiales”. Esta confesión en sí sola vale la conferencia entera, a diferencia de los neoliberales tropicales quienes persisten en negar la cruda realidad: tanto del fin de una era como el colapso del capitalismo especulativo.
Su crítica es severa al agónico régimen torturador bushiano, al que nunca cita por su nombre, pero sí por sus exacciones acumuladas: “la autocomplacencia nacional, la irresponsabilidad financiera, una guerra innecesaria y transgresiones éticas (sic) que han desacreditado el liderazgo de Estados Unidos, y que han empeorado la crisis económica global”, cuando se han exacerbado los desafíos del “cambio climático y la desigualdad salubre y social” en el contexto del “despertar político global”.
Parece que hasta pertenece a los creativos movimientos altermundistas cuando refiere que el “activismo global está generando un surgimiento por la búsqueda de respeto cultural y oportunidades económicas en un mundo cicatrizado por memorias de dominio colonial o imperial” cuando “por primera vez en la historia casi toda (¡súper sic!) la humanidad se encuentra políticamente activada, consciente e interactiva”. Reconoce el ocaso del dominio global por los “poderes del océano Atlántico” en beneficio de la “prominencia de China y Japón”, y en la retaguardia “India y quizá (sic) una Rusia recuperada, aunque esta última se encuentra muy insegura de su lugar en el mundo”. Aquí empiezan los problemas con la ingeniería geopolítica de Zbigniew Kazimierz Brzezinski, quien exagera la dimensión insustentable de Japón y subestima a su obsesión atávica: Rusia.
Es extraño que un geoestratega de la talla de Brzezinski se deje obnubilar por sus pasiones personales y coloque al mismo nivel de poder mundial a Japón, por encima de Rusia, que manifiesta un poderío más integral, con sus consabidas vulnerabilidades financieras y demográficas.
Japón, superpotencia financiera en abrupto declive, es la favorita de la anglósfera para contener a China. En el rubro demográfico, Japón se encuentra en peores condiciones que Rusia y a mitad del siglo XXI puede ser irrelevante cuando lo alcance el trágico destino de constituir un país sin jóvenes y abrumado de ancianos.
Llama la atención que no aparezca Brasil en el radar de Brzezinski, cuyas fobias no son tan importantes en el contexto de su magistral ponencia y la lucidez con la que vislumbra la “dinámica del mundo cambiante”, independientemente de algunos actores controvertidos (como Japón), aunque exagere que la “crisis del liderazgo estadunidense podría volverse la crisis de la estabilidad global”: cierto en el corto plazo, pero que no lo será en el mediano cuando se asienten las bases del incipiente nuevo orden multipolar, si es que la banca anglosajona no precipita antes una tercera guerra mundial como procura Ambrose Evans-Pritchard (Bajo la Lupa, 7/12/08).
En efecto, sin la participación de Estados Unidos se avecina (mejor dicho, se vive ya) el “caos global”, por lo que Brzezinski pregona la “recuperación de la legitimidad (sic) global de ese país para encabezar un esfuerzo (sic) colectivo (sic) en un sistema más incluyente (sic) de manejo global”, bajo el menú semántico de cuatro palabras mágicas: “unificar” (un neoatlantismo con la “triada europea”: Gran Bretaña, Francia y Alemania), “ampliar” (un G-14 o un G-16), “negociar” (con la “triada europea”, China, Japón, Rusia y “posiblemente India”); y “pacificar” (“evitar que EU se empantane en la vasta extensión que va del Canal de Suez a India”).
Falta ver la disponibilidad geoestratégica de los nuevos actores emergentes del orden multipolar: el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), con todo respeto, sin Japón, así como el grado de autonomía que desee jugar la Unión Europea.
Vuelve a la carga, como en su anterior artículo con Brent Scowcroft, ex asesor de seguridad nacional de Gerald Ford y Daddy Bush (The Washington Post, 20/11/08) para colocar el contencioso israelí-palestino como máxima prioridad, de lo cual no estamos tan seguros, ya que después de 61 años de gangrenización han brotado otros puntos más candentes por resolver en forma inmediata: la fractura geopolítica tectónica del golfo Pérsico y el “cuadrángulo de la muerte: India-Pakistán-Afganistán-Cachemira” (ver Bajo la Lupa, 3/12/08).
La nueva arquitectura geopolítica de Zbigniew Kazimierz Brzezinski es razonablemente admisible, con la salvedad abultada de Japón, y no oculta sus preferencias para controlar a la “triada europea”, negociar con la “muy precavida” China, a diferencia de Rusia (“impaciente, frustrada y algunas veces amenazante”) y ante quien expone sus ambivalencias tanto de repulsión como de necesidad imperativa para conseguir acuerdos (un gran avance, ya que antes la había dado por sepultada).
En forma correcta concluye que “uno de los escollos es la baja educación de los estadunidenses sobre el más amplio mundo”. Es cierto, el promedio estadunidense tiende a universalizar su aldeanismo.
El ex asesor de seguridad nacional del ex presidente Carter, Zbigniew Kazimierz Brzezinski, hoy muy cercano a Barack Obama, acaba de impartir la relevante “Conferencia John Whitehead” en el muy influyente Chatham House de Londres (10/12/08).
Zbigniew Kazimierz Brzezinski, miembro prominente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales” (CSIS, por sus siglas en inglés), es el padre intelectual del modelo de la globalización en su libro Entre dos épocas: el papel de Estados Unidos en la era tecnotrónica (de 1970), artífice de la trampa de la guerra de Afganistán que tendió a la URSS (según sus confesiones a Le Nouvel Observateur), y promotor del eterno imperio estadunidense en su libro el El gran tablero de ajedrez mundial: la supremacía estadunidense y sus imperativos geoestratégicos.
Sus fuertes convicciones unipolares quedaron resquebrajadas a consecuencia del desastre de la aventuras militares en Irak y Afganistán del régimen torturador bushiano, lo cual expresa en sus tres libros más recientes: 1. El dilema de Estados Unidos: ¿dominación global o liderazgo global?, 2. Segunda oportunidad: tres presidentes y la crisis de la superpotencia estadunidense, y 3. Estados Unidos y el mundo: conversaciones sobre el futuro de la política exterior estadunidense.
El geoestratega, quien en forma persuasiva se ha pronunciado contra una nueva aventura militar en Irán (con quien procura establecer negociaciones sin condiciones previas, como era la exigencia unilateral del régimen torturador bushiano) modera su rusofobia y en forma “realista” (en el doble sentido: siquiátrico y diplomático) propone el nuevo papel que deberá jugar Estados Unidos en el mundo bajo la presidencia Obama en un nuevo entorno multipolar.
Describe que Obama asumirá la presidencia “en medio de una extensa (sic) crisis de confianza en la capacidad de Estados Unidos para ejercer su liderazgo efectivo en los asuntos mundiales”. Esta confesión en sí sola vale la conferencia entera, a diferencia de los neoliberales tropicales quienes persisten en negar la cruda realidad: tanto del fin de una era como el colapso del capitalismo especulativo.
Su crítica es severa al agónico régimen torturador bushiano, al que nunca cita por su nombre, pero sí por sus exacciones acumuladas: “la autocomplacencia nacional, la irresponsabilidad financiera, una guerra innecesaria y transgresiones éticas (sic) que han desacreditado el liderazgo de Estados Unidos, y que han empeorado la crisis económica global”, cuando se han exacerbado los desafíos del “cambio climático y la desigualdad salubre y social” en el contexto del “despertar político global”.
Parece que hasta pertenece a los creativos movimientos altermundistas cuando refiere que el “activismo global está generando un surgimiento por la búsqueda de respeto cultural y oportunidades económicas en un mundo cicatrizado por memorias de dominio colonial o imperial” cuando “por primera vez en la historia casi toda (¡súper sic!) la humanidad se encuentra políticamente activada, consciente e interactiva”. Reconoce el ocaso del dominio global por los “poderes del océano Atlántico” en beneficio de la “prominencia de China y Japón”, y en la retaguardia “India y quizá (sic) una Rusia recuperada, aunque esta última se encuentra muy insegura de su lugar en el mundo”. Aquí empiezan los problemas con la ingeniería geopolítica de Zbigniew Kazimierz Brzezinski, quien exagera la dimensión insustentable de Japón y subestima a su obsesión atávica: Rusia.
Es extraño que un geoestratega de la talla de Brzezinski se deje obnubilar por sus pasiones personales y coloque al mismo nivel de poder mundial a Japón, por encima de Rusia, que manifiesta un poderío más integral, con sus consabidas vulnerabilidades financieras y demográficas.
Japón, superpotencia financiera en abrupto declive, es la favorita de la anglósfera para contener a China. En el rubro demográfico, Japón se encuentra en peores condiciones que Rusia y a mitad del siglo XXI puede ser irrelevante cuando lo alcance el trágico destino de constituir un país sin jóvenes y abrumado de ancianos.
Llama la atención que no aparezca Brasil en el radar de Brzezinski, cuyas fobias no son tan importantes en el contexto de su magistral ponencia y la lucidez con la que vislumbra la “dinámica del mundo cambiante”, independientemente de algunos actores controvertidos (como Japón), aunque exagere que la “crisis del liderazgo estadunidense podría volverse la crisis de la estabilidad global”: cierto en el corto plazo, pero que no lo será en el mediano cuando se asienten las bases del incipiente nuevo orden multipolar, si es que la banca anglosajona no precipita antes una tercera guerra mundial como procura Ambrose Evans-Pritchard (Bajo la Lupa, 7/12/08).
En efecto, sin la participación de Estados Unidos se avecina (mejor dicho, se vive ya) el “caos global”, por lo que Brzezinski pregona la “recuperación de la legitimidad (sic) global de ese país para encabezar un esfuerzo (sic) colectivo (sic) en un sistema más incluyente (sic) de manejo global”, bajo el menú semántico de cuatro palabras mágicas: “unificar” (un neoatlantismo con la “triada europea”: Gran Bretaña, Francia y Alemania), “ampliar” (un G-14 o un G-16), “negociar” (con la “triada europea”, China, Japón, Rusia y “posiblemente India”); y “pacificar” (“evitar que EU se empantane en la vasta extensión que va del Canal de Suez a India”).
Falta ver la disponibilidad geoestratégica de los nuevos actores emergentes del orden multipolar: el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), con todo respeto, sin Japón, así como el grado de autonomía que desee jugar la Unión Europea.
Vuelve a la carga, como en su anterior artículo con Brent Scowcroft, ex asesor de seguridad nacional de Gerald Ford y Daddy Bush (The Washington Post, 20/11/08) para colocar el contencioso israelí-palestino como máxima prioridad, de lo cual no estamos tan seguros, ya que después de 61 años de gangrenización han brotado otros puntos más candentes por resolver en forma inmediata: la fractura geopolítica tectónica del golfo Pérsico y el “cuadrángulo de la muerte: India-Pakistán-Afganistán-Cachemira” (ver Bajo la Lupa, 3/12/08).
La nueva arquitectura geopolítica de Zbigniew Kazimierz Brzezinski es razonablemente admisible, con la salvedad abultada de Japón, y no oculta sus preferencias para controlar a la “triada europea”, negociar con la “muy precavida” China, a diferencia de Rusia (“impaciente, frustrada y algunas veces amenazante”) y ante quien expone sus ambivalencias tanto de repulsión como de necesidad imperativa para conseguir acuerdos (un gran avance, ya que antes la había dado por sepultada).
En forma correcta concluye que “uno de los escollos es la baja educación de los estadunidenses sobre el más amplio mundo”. Es cierto, el promedio estadunidense tiende a universalizar su aldeanismo.
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