· ¿Diez años para la convertibilidad del yuan y el fin del dólar?
Alfredo Jalife-Rahme
Pareciera una vida entera 10 años para enterrar la hegemonía unipolar del dolarcentrismo que empezó desde que el régimen torturador bushiano no pudo adueñarse de los hidrocarburos de Irak debido a su catástrofe militar.
La enajenación de los hidrocarburos de Irak le hubiera concedido un periodo de gracia, al menos de una generación, tanto a la desregulada globalización financiera anglosajona como al dolarcentrismo.
La sepultura del dolarcentrismo se ha vuelto uno de los principales temas más trascendentales para fincar el nuevo orden multipolar por las grandes capitales de decisión del planeta, quienes aprovechan la decadencia del añejo orden unipolar estadunidense para rebelarse a la hegemonía del dólar con el fin de suplantarlo con una alternativa divisa global que, dígase lo que se diga, todavía no existe ni se vislumbra en el plazo inmediato, pero que conceptualmente ha cobrado una dinámica vigorosa (ver Bajo la Lupa, 7/6/09).
Alexei Kudrin, ministro de Finanzas ruso, cuya presencia en el gabinete de Putin no satisface al sector nacional, ya no se diga nacionalista, debido a su fanática adhesión neoliberal, durante el primer Foro Económico de San Petersburgo aseveró que la divisa china, el yuan/renminbi, podría convertirse en una divisa de reserva global en una década (¡súper sic!) si Pekín opta por liberalizar su economía: no creo (sic) que nuevas y relevantes uniones de divisas emergerán en el cercano (sic) futuro (Afp, 6/6/09).
El ministro ruso agregó que “la vía más corta para crear una divisa de reserva global (…) es asegurar la convertibilidad del yuan”.
Es cierto: no existen tantas divisas, del total de 192 países que configuran la Organización de las Naciones Unidas, que puedan sustituir instantáneamente al dólar con todo y sus descalabros cuando el mismo euro sufre los embates de la balcanización financiera teledirigida por la dupla anglosajona de Wall Street y la City, según la acusación severa de LEAP/EUROPE 2020, y cuando a duras penas asoman la cabeza dos que tres proyectos de divisas regionales, como la de Sudamérica, la de las seis petromonarquías árabes del Consejo de Cooperación del Golfo y, quizá, la divisa BRIC, que no se atreve a pronunciar su nombre.
Esta situación, aberrantemente anómala, es justamente la tragedia geofinanciera de inicios del siglo XXI que la humanidad tiene que cargar como Sísifo y en el contexto del tsunami financiero global provocado por la dupla anglosajona, con el lastre unipolar del dólar de Estados Unidos, que desde el punto de vista económico no vale prácticamente nada y que es sostenido únicamente por las bombas nucleares de su complejo militar-industrial, mientras no se vislumbra ningún sucedáneo a la vista cercana.
Kudrin lanzó una fuerte acusación contra los países desarrollados (léase: el G-20, que encabezan Estados Unidos y Gran Bretaña, con la notable excepción de Argentina y el BRIC: Brasil, Rusia, India y China), quienes arrastran los pies para reformar las finanzas internacionales.
El neoliberal Alexei Kudrin, con formación financierista carente de profundidad geoestratégica (que le sobra a la dupla Medvediev-Putin) y que colinda con la candidez, no entiende que Gran Bretaña y Estados Unidos, que juntos han dominado las finanzas mundiales durante cuatro siglos, nunca van a ceder a las veleidades libertarias del resto del planeta que tendrá que ingeniarse cómo arrancar concesiones tangibles (no promesas cosméticas) sin incurrir en una tercera guerra mundial que buscan los circuitos israelí-anglosajones con el fin de que prevalezcan sus intereses plutocráticos y oligopólicos en el sensible ámbito geofinanciero.
Kudrin insiste en resucitar al moribundo Fondo Monetario Internacional (FMI), a quien le dieron respiración artificial durante las pasadas dos cumbres disfuncionales del G-20 en Washington y Londres: existe una necesidad (¡súper sic!) para hacer del FMI un verdadero representante de las economías líderes del mundo.
Hizo notar que China tiene una cuota de representatividad menor a Suiza o Bélgica por lo que aconsejó que los países deben ser representados en proporción al poder de sus economías y su papel en la economía mundial, como debe ser el caso de la representación del BRIC.
Prácticamente Kudrin desea hacer del FMI una ONU de la economía, pero deja suelto el tema nodal: las geofinanzas que domina paradójicamente el eje anglosajón, pese a su debacle financiera y económica y, sobre todo, a ostentarse como el máximo deudor del planeta.
No es mediante la simple emisión de bonos por el FMI que comprarían China y Rusia en su despegue, que se resolverán las cataclísmicas fallas estructurales de la desregulada globalización financiera que provocó el tsunami global y que urge reformar con la triple abolición de su armamentario de destrucción masiva: 1) los derivados financieros; 2) los paraísos fiscales, y 3) su contabilidad invisible. Desde luego que no va a ser sencillo acabar con la piratería financiera global que practica insolentemente la banca israelí-anglosajona.
Durante el mismo foro de San Petersburgo, John Lipsky, anterior vicedirector del banco insolente cuan insolvente J.P. Morgan Chase –principal banco jugador de los derivados financieros vinculado con los intereses plutocráticos de los Rockefeller y Henry Kissinger– y primer vicedirector ejecutivo del FMI, adujo que mediante la emisión de los derechos especiales de giro (SDR, por sus siglas en inglés) era posible adoptar el paso revolucionario de crear una nueva divisa global para sustituir al dólar en el futuro (Bloomberg, 6/6/09). ¿Quién va ser el guapo en realizar tal revolución?
Hay que recordar que el FMI goza de pésima reputación en el resto del planeta, fuera del G-7, lo cual parece olvidársele a nuestros amigos del BRIC.
Cabe también recordar que los SDR –más que una divisa del FMI constituyen una unidad contable que mezcla ponderadamente una canasta de divisas: dólar, euro, yen y libra esterlina– llevan muchos años de existencia en el arsenal del FMI y no han servido para mucho que se diga.
El banquero plutócrata y fondomonetarista John Lipsky propone peregrinamente desvincular (sic) a los SDR de las otras divisas para ser emitidos ahora por una organización internacional con la autoridad equivalente a un banco central y así hacerlos lo suficientemente líquidos y usados como reserva. ¡Qué miedo! ¿Quién va a controlar tal banco central global?
Como parte de las señales encontradas en la cúpula rusa, el presidente Dimitri Medvediev, después de vapulear el nocivo papel del dólar, se pronunció por la mezcla (¡extra súper sic!) de divisas regionales que haría al mundo más estable.
Si no se demuestra lo contrario, la idea de la mezcla y/o alianza de divisas geoeconómicamente afines –hasta su hibridación con el oro y/o la plata– fue originada por Bajo la Lupa.
Pareciera una vida entera 10 años para enterrar la hegemonía unipolar del dolarcentrismo que empezó desde que el régimen torturador bushiano no pudo adueñarse de los hidrocarburos de Irak debido a su catástrofe militar.
La enajenación de los hidrocarburos de Irak le hubiera concedido un periodo de gracia, al menos de una generación, tanto a la desregulada globalización financiera anglosajona como al dolarcentrismo.
La sepultura del dolarcentrismo se ha vuelto uno de los principales temas más trascendentales para fincar el nuevo orden multipolar por las grandes capitales de decisión del planeta, quienes aprovechan la decadencia del añejo orden unipolar estadunidense para rebelarse a la hegemonía del dólar con el fin de suplantarlo con una alternativa divisa global que, dígase lo que se diga, todavía no existe ni se vislumbra en el plazo inmediato, pero que conceptualmente ha cobrado una dinámica vigorosa (ver Bajo la Lupa, 7/6/09).
Alexei Kudrin, ministro de Finanzas ruso, cuya presencia en el gabinete de Putin no satisface al sector nacional, ya no se diga nacionalista, debido a su fanática adhesión neoliberal, durante el primer Foro Económico de San Petersburgo aseveró que la divisa china, el yuan/renminbi, podría convertirse en una divisa de reserva global en una década (¡súper sic!) si Pekín opta por liberalizar su economía: no creo (sic) que nuevas y relevantes uniones de divisas emergerán en el cercano (sic) futuro (Afp, 6/6/09).
El ministro ruso agregó que “la vía más corta para crear una divisa de reserva global (…) es asegurar la convertibilidad del yuan”.
Es cierto: no existen tantas divisas, del total de 192 países que configuran la Organización de las Naciones Unidas, que puedan sustituir instantáneamente al dólar con todo y sus descalabros cuando el mismo euro sufre los embates de la balcanización financiera teledirigida por la dupla anglosajona de Wall Street y la City, según la acusación severa de LEAP/EUROPE 2020, y cuando a duras penas asoman la cabeza dos que tres proyectos de divisas regionales, como la de Sudamérica, la de las seis petromonarquías árabes del Consejo de Cooperación del Golfo y, quizá, la divisa BRIC, que no se atreve a pronunciar su nombre.
Esta situación, aberrantemente anómala, es justamente la tragedia geofinanciera de inicios del siglo XXI que la humanidad tiene que cargar como Sísifo y en el contexto del tsunami financiero global provocado por la dupla anglosajona, con el lastre unipolar del dólar de Estados Unidos, que desde el punto de vista económico no vale prácticamente nada y que es sostenido únicamente por las bombas nucleares de su complejo militar-industrial, mientras no se vislumbra ningún sucedáneo a la vista cercana.
Kudrin lanzó una fuerte acusación contra los países desarrollados (léase: el G-20, que encabezan Estados Unidos y Gran Bretaña, con la notable excepción de Argentina y el BRIC: Brasil, Rusia, India y China), quienes arrastran los pies para reformar las finanzas internacionales.
El neoliberal Alexei Kudrin, con formación financierista carente de profundidad geoestratégica (que le sobra a la dupla Medvediev-Putin) y que colinda con la candidez, no entiende que Gran Bretaña y Estados Unidos, que juntos han dominado las finanzas mundiales durante cuatro siglos, nunca van a ceder a las veleidades libertarias del resto del planeta que tendrá que ingeniarse cómo arrancar concesiones tangibles (no promesas cosméticas) sin incurrir en una tercera guerra mundial que buscan los circuitos israelí-anglosajones con el fin de que prevalezcan sus intereses plutocráticos y oligopólicos en el sensible ámbito geofinanciero.
Kudrin insiste en resucitar al moribundo Fondo Monetario Internacional (FMI), a quien le dieron respiración artificial durante las pasadas dos cumbres disfuncionales del G-20 en Washington y Londres: existe una necesidad (¡súper sic!) para hacer del FMI un verdadero representante de las economías líderes del mundo.
Hizo notar que China tiene una cuota de representatividad menor a Suiza o Bélgica por lo que aconsejó que los países deben ser representados en proporción al poder de sus economías y su papel en la economía mundial, como debe ser el caso de la representación del BRIC.
Prácticamente Kudrin desea hacer del FMI una ONU de la economía, pero deja suelto el tema nodal: las geofinanzas que domina paradójicamente el eje anglosajón, pese a su debacle financiera y económica y, sobre todo, a ostentarse como el máximo deudor del planeta.
No es mediante la simple emisión de bonos por el FMI que comprarían China y Rusia en su despegue, que se resolverán las cataclísmicas fallas estructurales de la desregulada globalización financiera que provocó el tsunami global y que urge reformar con la triple abolición de su armamentario de destrucción masiva: 1) los derivados financieros; 2) los paraísos fiscales, y 3) su contabilidad invisible. Desde luego que no va a ser sencillo acabar con la piratería financiera global que practica insolentemente la banca israelí-anglosajona.
Durante el mismo foro de San Petersburgo, John Lipsky, anterior vicedirector del banco insolente cuan insolvente J.P. Morgan Chase –principal banco jugador de los derivados financieros vinculado con los intereses plutocráticos de los Rockefeller y Henry Kissinger– y primer vicedirector ejecutivo del FMI, adujo que mediante la emisión de los derechos especiales de giro (SDR, por sus siglas en inglés) era posible adoptar el paso revolucionario de crear una nueva divisa global para sustituir al dólar en el futuro (Bloomberg, 6/6/09). ¿Quién va ser el guapo en realizar tal revolución?
Hay que recordar que el FMI goza de pésima reputación en el resto del planeta, fuera del G-7, lo cual parece olvidársele a nuestros amigos del BRIC.
Cabe también recordar que los SDR –más que una divisa del FMI constituyen una unidad contable que mezcla ponderadamente una canasta de divisas: dólar, euro, yen y libra esterlina– llevan muchos años de existencia en el arsenal del FMI y no han servido para mucho que se diga.
El banquero plutócrata y fondomonetarista John Lipsky propone peregrinamente desvincular (sic) a los SDR de las otras divisas para ser emitidos ahora por una organización internacional con la autoridad equivalente a un banco central y así hacerlos lo suficientemente líquidos y usados como reserva. ¡Qué miedo! ¿Quién va a controlar tal banco central global?
Como parte de las señales encontradas en la cúpula rusa, el presidente Dimitri Medvediev, después de vapulear el nocivo papel del dólar, se pronunció por la mezcla (¡extra súper sic!) de divisas regionales que haría al mundo más estable.
Si no se demuestra lo contrario, la idea de la mezcla y/o alianza de divisas geoeconómicamente afines –hasta su hibridación con el oro y/o la plata– fue originada por Bajo la Lupa.
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